A semanas de la XII edición de México, el Presidente de la Cumbre Mundial de Comunicación Política ratifica su apuesta por la capacitación de equipos, la profesionalización de la política y asegura: “Cuando lanzamos la primera Cumbre, hace casi ocho años, no teníamos idea de lo que iba a representar el evento para la comunicación política”.
“Hace casi ocho años que lanzamos la Cumbre en Buenos Aires, y realmente no teníamos la certeza que podía llegar a convertirse en el evento que hoy representa para el mundo de la comunicación política. En aquel momento, recuerdo que se habían inscripto 500 asistentes. En la última Cumbre, en Cartagena, hubo más de 3 mil. Crecimos, pero no lo hicimos de cualquier manera: el proceso se dio naturalmente, al aumento del público se le sumaron más expositores, políticos, muchísimos más equipos ávidos de capacitarse y todo fue eso constituyendo un mix que terminó de configurar el éxito de cada edición de la Cumbre”.
En particular, ¿hubo países en los que alcanzaron mayor nivel de trascendencia?
En cada uno existieron condimentos diferentes, pero el nivel de repercusión fue uniforme en todos. Porque además, por lo general la Cumbre se desarrolló en forma paralela a diversos procesos electorales, por lo que pudimos pensar y analizar nuestra región de una manera mucho más completa.
¿Sentís que el evento se transformó en un punto de inflexión entre lo que existía anteriormente y lo que finalmente terminó aportando?
En todo caso, yo no podría contestar si representó ese punto de inflexión. Pero creo sí que fueron varios aportes los que logramos a través de la Cumbre. Uno de los principales fue la coordinación y la planificación de la comunicación, pero como parte de un todo, de una estrategia clara, simple y compartida con todo el equipo, en el marco de una sociabilización necesaria y hasta prioritaria que permitió la correcta lectura del contexto y el planteamiento de objetivos reales y posibles.
¿La cumbre impulsó un cambio de época para la comunicación política o supo adaptarse a él?
Hay un cambio de época, donde la comunicación efectiva habla menos y escucha más, donde se terminó hace tiempo el “yo hablo y vos escuchás”; por eso la política que realmente pretenda lograr un espacio de interacción que transforme realidades debe escuchar más a la ciudadanía y hablar menos, materializando acciones concretas que mejoren la calidad de vida de todos. No hay una estrategia de comunicación que funcione si no está sustentada por una clara vocación de que la política sea facilitadora en la resolución de los problemas de los ciudadanos. Uno de los objetivos centrales que nos hemos trazado desde el comienzo de la Cumbre fue justamente poder contribuir desde nuestro lugar con ese cambio en la concepción y en el abordaje de temas que ni siquiera formaban parte de la agenda, como el rol de los jóvenes, de los equipos y la aplicación de las nuevas tecnologías como factor de relevancia en los procesos comunicacionales, entre muchísimos otros.
Las nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación política también han producido escándalos de magnitud. ¿Eso es parte de la falta de planificación o de sobreactuación de algunos sectores de la política?
-(Risas) La tecnología brinda transparencia y permitió abrir nuevos canales de participación fortaleciendo vínculos y cambiando la manera de comunicarnos y relacionarnos. Pero también existen riesgos que vienen aparejados con la accesibilidad: todo el tiempo cualquier persona tiene un teléfono móvil a mano y eso también da lugar a ocurrencias que exceden cualquier tipo de planificación y que incluso van en contra de ella. A partir del uso de las nuevas tecnologías gobiernos, ciudadanos, y una multiplicidad de actores inciden cada día en la realidad política, pero también es fundamental que los actores que van a administrar estas nuevas tecnologías estén debidamente capacitados y conscientes de su impacto para que esto incida positivamente en la agenda.
El dialogo se acelera y la cumbre de México es el nuevo tópico que se impone. “En lo personal, no tengo dudas: en México vamos a vivir una de las mejores cumbres. En primer término, porque se trata de un contexto crucial en un país que respira política. En 2018, van a elegirse más de 3 mil cargos, se trata de una situación inédita que sin duda nos interpela como evento y como instrumento que va a incidir en la formación de cuadros y equipos que participarán de ese proceso”.
La formación de equipos es un tópico recurrente en todas tus conferencias. ¿El medio dejó de ser el mensaje y hoy el mensaje es el equipo?
Uno de los mensajes clave que nos dejó la Cumbre en todos estos años es que es fundamental contribuir a la formación de equipos, profesionalizarlos, partiendo de la base de que, si bien no hay manuales ni modelos sobre cómo ganar una elección, vamos a estar mucho más cerca de hacerlo con un equipo sólido de roles bien delimitados, capaz de investigar, de definir una estrategia, de poder influir en la opinión pública a través de acciones determinadas. Porque además, un equipo especializado por ramas no sólo sirve para la campaña, sino que también pueda hacer frente a lo que sobreviene a ese proceso, a la forma en la cual comunicamos efectivamente una vez que las elecciones pasaron y debemos abocarnos a gobernar.
“En la Provincia de Buenos Aires tenemos un ejemplo muy claro. Cuando Vidal venció en las elecciones de 2015 luego de una campaña sin fisuras, muchos se preguntaban si efectivamente podía hacerse cargo de una provincia devastada, con deudas de todo nivel: sociales, económicas e infraestructurales. El paso de los meses demostró que no sólo pudo hacerlo, sino que a través de un gran equipo como el que construyó pudo iniciar una transformación que está absolutamente en sintonía con lo que planteó en campaña”, sintetiza Ivoskus.