Por Adrián Cordara
A días del cierre de listas, en Unidad Ciudadana comienzan las tensiones internas en los distritos por las definiciones de las sábanas. Los peronistas K no quieren que vuelva a ocurrir lo de elecciones anteriores, donde la agrupación “mimada” de CFK definía nombres y lugares. ¿La historia se repite?
Existen varias razones para analizar por las cuales el kirchnerismo fue derrotado en Nación y Provincia en el 2015. Durante los últimos 4 años, además del estancamiento económico, el gobierno nacional se “miró el obligo” y se ocupó de cosechar más enemigos de los que sumo, en la vereda de enfrente, pero también adentro.
Por otro lado, había perdido la “iniciativa política” que tanto lo caracterizó en los buenos años y Cristina se cerró tanto en su mesa chica, que se alejó de la gente, aquella porción que está por fuera de ese 25 o 30% de núcleo duro que “respalda todo a muerte”.
Dentro del espacio, hacía tiempo que ya se veían divisiones concretas entre el kirchnerismo y el peronismo propiamente dicho, que ya no se sentía tan a gusto en la última etapa de CFK en el poder. Por todo lo anteriormente citado, pero también por tener que “agachar la cabeza” y obedecer las órdenes de los dirigentes de La Cámpora.
Eso se pudo ver con más claridad en los distritos, donde jóvenes militantes de la agrupación que no eran oriundos de ese pago chico, llegaban con “aires” de patrones de estancia a imponer condiciones a intendentes K y dirigentes locales.
Cuando se acercaba el momento de las elecciones, CFK bajaba línea a los distritos a través de La Cámpora y estos “paracaidistas distritales” (no en todos los casos) eran quienes decidían lugar y nombres para las listas locales, algo que fue desgastando la relación con los referentes peronistas de los diversos distritos y que hizo “volar por los aires” al peronismo en la derrota del 2015.
Dos años después, con un gobierno nacional que repite medidas antipopulares en medio de una economía que no repunta, el peronismo tenía la oportunidad de volver a hacerse fuerte. Uno quería PASO, el otro espacio no, y así llegó la fractura en la que se encuentra hoy.
Por un lado, Florencio Randazzo en el PJ, que tendrá que enfrentar al jefe comunal de José C.Paz Mario Ishii en las PASO. Por el otro, CFK y el kirchnerismo duro que prefirió romper al peronismo que debatir en las PASO. Más allá del juicio de valor que se pueda hacer al respecto, ahora Cristina y su Unidad Ciudadana tienen que decidir si se siguen manejando como en 2013 y 2015, con derrotas en ambos comicios, o si comienza a construir de manera diferente, más allá de cambiar el nombre del Frente para la Victoria.
A días del cierre de listas, las señales no son buenas, en los distritos, otra vez los referentes de La Cámpora quieren imponer condiciones por sobre los dirigentes del peronismo K. Algo que, en este contexto de fractura, molesta aún más a quienes eligieron romper con el PJ e ir tras Cristina Fernández.
Las opciones que quedan son tres: integrarlos a las definiciones de las listas, que les permitan armar sábana propia e ir a las PASO en el distrito. O la más contundente, que se vayan a participar en la interna del PJ con Randazzo abandonando y debilitando al nuevo frente Unidad Ciudadana.
Cristina Fernández y La Cámpora están en una encrucijada: o manejan las cosas “a los bifes” como se vino haciendo en los últimos años y que terminó con la derrota o realmente abren el espacio a todos los participantes para generar consensos y fortificar la fuerza en los distritos.