Por Adrián Cordara, director de Infowebnoticias
En su libro El Cisne Negro: El Impacto de lo Altamente Improbable, Nassim Nicholas Taleb, explica que en nuestro mundo actual, interconectado, complejo y extremo, en el que la información circula a toda velocidad y en todas las direcciones, es cada vez más posible cruzarnos con un Cisne Negro en el camino.
La Teoría del Cisne Negro o Teoría de los Eventos del Cisne Negro (no trata del ave), es una metáfora que encierra el siguiente concepto:
-El evento es una sorpresa para el observador pues está fuera de las expectativas normales pues no existe ningún evento en el pasado que apunte de forma convincente a su posibilidad;
-Tiene un impacto extremo con importantes consecuencias en nuestras vidas;
-Después del hecho, el evento es racionalizado por retrospección como si pudiera haber sido esperado (por ejemplo, los datos estaban disponibles, pero no se los tuvo en cuenta). En otras palabras, no podemos predecirlo pero, una vez que ocurre, pensamos que lo “veíamos venir”.
Cuando de política vernácula hablamos, estos eventos altamente improbables, se dan más a menudo que en otros países. Será por nuestra idiosincrasia, por nuestra forma de ser o vaya a saber uno el por qué, eso es materia de otro debate que no será tratado en esta nota periodística.
Volviendo a la idea principal, en nuestro país, hace años que se habla de la denominada “grieta”. Que el país está fragmentado, principalmente, en dos maneras de observar los hechos, en dos formas de encarar la política y soñar el futuro de la Argentina.
Hace años, uno está representado por Cristina Fernández de Kirchner, ex presidenta de la nación, y el otro, actualmente en el poder, por Mauricio Macri.
Ambos espacios son antagonistas entre sí y han profundizado las diferencias que existen entre algunos sectores de la ciudadanía Argentina desde principios del siglo XIX. Sin embargo, uno se retroalimenta del otro y viceversa. En ese espejo negativo que es el otro, cada uno realza sus cualidades y esconde sus defectos.
En las últimas dos elecciones, 2015 y 2017, más allá del resultado que todos conocemos, estos dos espacios fueron los más votados, dejando a las otras fuerzas políticas reducidas a la nada, o casi. Espacios que fueron importantes durante los debates en el Congreso o dirigentes políticos de trayectoria, fueron deglutidos por la polarización impulsada por estas dos fuerzas.
Sin embargo, el macrismo y el kirchnerismo entre sus diferencias insoslayables, hoy tienen algo en común: una buena base de sustentación de porcentaje de votos, pero también un alto rechazo por parte de otro sector de la sociedad. Es obvio que quien es acérrimo defensor de las políticas de Macri, jamás votaría a CFK o quien cree que el kirchnerismo fue lo mejor de la política de los últimos años, nunca respaldaría a Cambiemos.
Pero ¿qué pasa con el gran sector de la sociedad que está por fuera de los fanatismos políticos? Aquel que votó a CFK en 2011 porque creyó que era lo mejor y que respaldó a Macri en 2015 porque pensó en un cambio de rumbo. ¿Qué pasa con los “desencantados” de un lado y del otro?
Hoy el panorama es distinto que en 2015, cuando los “desencantados”, decepcionados o hartos del kirchnerismo eligieron como opción de cambio a Macri. En ese momento, el actual presidente de la nación sólo era valorado por su gestión en la ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico de la Argentina.
Actualmente, este sector que no quiere a CFK y que no volvería a votar a Cambiemos a nivel nacional tras cuatro años funestos para la economía nacional, está a la expectativa de algo diferente. No votaría al kirchnerismo para sacar a Macri o no respaldaría en las urnas a Cambiemos para que no vuelva Cristina.
Como en 2015 y 2017, analistas, encuestas y otras yerbas hablan otra vez de una elección polarizada entre estos dos espacios. ¿Vamos hacia un balotaje Macri-Cristina?
Hoy parece poco probable que un tercer espacio pueda aglutinar al amplio sector de la sociedad que no quiere elegir entre “una cosa o la otra”, lo ha intentado en varias elecciones Sergio Massa y no ha podido.
Sin embargo, y por eso se denomina “Cisne Negro”, algún dirigente valorado que aún no ha salido a confirmar su candidatura o fuerza bien armada, o el simple rechazo a estos dos espacios antagónicos puede hacer que ese evento poco probable ocurra.
Por eso hoy, a comienzos de un 2019 de elecciones, donde ya se habla de la polarización, la “grieta”, la corrupción de uno y de otro, las deudas de uno y de otro, nosotros nos preguntamos:
¿Puede darse un “Cisne Negro” en las elecciones?