Por Adrián Cordara
Según el diccionario, una encuesta es una “serie de preguntas que se hace a muchas personas para reunir datos o para detectar la opinión pública sobre un asunto determinado”.
Si vamos más allá y apuntamos a las encuestas electorales, se puede decir que han dejado de ser un asunto técnico, restringido a los propios encuestadores; o un asunto político, circunscrito a los candidatos y los partidos. En cambio, se han vuelto un asunto público, de relevancia para la ciudadanía en general. Y esto, los dirigentes políticos lo saben.
Las encuestas dejaron de ser sólo ese estudio pormenorizado, diagramado por zona, por edad, por sexo, entre otros.
En los últimos años, se han convertido en un instrumento para intentar influir en la decisión del votante. Se transformaron en un producto del “mercado político” cuyo resultado será, en general, muy conveniente para quién la haya pedido.
Si el candidato “A” contrató a una encuestadora para ver cómo está midiendo previo a la elección, es muy posible que esa medición sea favorable a sus intereses teniendo en cuenta el valor abonado por dicho estudio, que suele ser bastante elevado.
Pero hay situaciones aún más grotescas y condenables, cuando el candidato o el espacio político contrata a una encuestadora con el único fin de que los números, sea como sea, den a su favor y así luego publicar dicha medición en todos los medios de comunicación posibles y así poder generar una “tendencia”.
Por supuesto que hay excepciones donde el trabajo se sigue haciendo seriamente. Pero son sólo eso, excepciones. En los últimos años, abundan los casos de encuestas publicadas en diferentes medios y en simultáneo, donde una da ganador al A, otra al B y otra al C, en el mismo territorio y habiendo medido de similares maneras. Esto confirma lo anteriormente citado, el objetivo es uno: influir en la decisión del votante indefinido.
Aquel ciudadano que no sabe a quién votar y que quizás termine votando al candidato A, simplemente para que no gane el C o viceversa.
Pero lo que queda claro es que A, B y C no pueden quedar como ganadores en diferentes encuestas del mismo territorio. Allí es donde la situación se pone interesante ¿Miente una? ¿Mienten dos? O más grosero aún, miente todas.
En ese caso se llegará a la ridícula situación de que anularían mutuamente el efecto buscado y el desconcierto de adueñaría de la situación política.
Si lo llevamos a la actualidad electoral bonaerense la situación que calza “como anillo al dedo”. Mediciones dan triunfadora a Cristina Fernández, otras a Esteban Bullrich, una porción menor a Sergio Massa. Algunas hablan de polarización, otras de lucha de “tercios”.
Esto lleva a preguntarse realmente ¿cuál es el objetivo real de una encuesta política en la actualidad? Si los resultados son tan dispares queda claro que son muy poco confiables a la hora de entregar cifras certeras o cercanas a la realidad. Y si el objetivo es intentar influir al electorado, como se sostuvo con anterioridad, ante la “lluvia de resultados dispares” el objetivo queda trunco y se repelen entre sí.
Está claro que todas estas elucubraciones se terminan una vez finalizada la elección en cuestión. Basta con analizar lo ocurrido en 2015, donde las encuestadoras quedaron muy mal paradas tras el triunfo de Macri en Nación y aún más, con el de Vidal en Provincia.
Ahora bien, en vísperas de las Legislativas 2017 donde las encuestas publicadas sólo han contribuido al desconcierto general: ¿Qué será lo que valorará el votante?
¿Rescatará a Cambiemos entendiendo que sólo lleva dos años en el gobierno y que las transformaciones profundas que se quieren hacer son a largo plazo y que ya se empieza a ver “la luz al final del túnel”? ¿O la actualidad socio-económica será más que suficiente para que el electorado rechace la gestión “amarilla”?
¿Observará en CFK a la única candidata con posibilidades concretas de frenar el ajuste de Macri ahora y en 2019, rescatando los años del kirchnerismo donde tenían más plata en el bolsillo? ¿O los múltiples casos de corrupción durante los 12 años de gobierno K serán más que suficientes para que el votante no quiera que vuelvan más?
¿Será el momento de Sergio Massa y Margarita Stolbizer? ¿Los ciudadanos hartos de estar en medio de “la grieta” intentaran enviarle un mensaje el gobierno, pero también a Cristina? ¿O nuevamente la “ancha avenida del medio” tendrá poco tránsito lo que sería casi un golpe de knock out para el espacio?
Los interrogantes son muchísimos al igual que las elucubraciones, lo único que queda claro es que las encuestas políticas en la actualidad no ofrecen demasiada confianza.
“Aquel que es descuidado con la verdad en asuntos pequeños no puede ser confiable en asuntos importantes”, reza una de las frases que le atribuyen al genial físico alemán Albert Einstein.