Sin consenso, sin discusión y sin datos volvemos a tomar las mismas decisiones esperando otros resultados.
Por Natalia Fernández, concejal y vicepresidenta de la UCR 3F.
Ante la segunda ola de casos por COVID-19, quienes toman las decisiones vuelven a aplicar compulsivamente las mismas recetas que, ante los resultados, podemos afirmar que en el 2020 no funcionaron. El cierre de actividades asociadas a los servicios y las restricciones a la circulación fueron las herramientas para disminuir la tasa de contagios y evitar que el sistema de salud colapse. Pero realmente, ¿logramos cumplir ese objetivo?
A lo largo de todo un año de pandemia, la evidencia muestra un incremento muy fuerte en la demanda del sistema de salud entre agosto y septiembre, mesetas altas desde septiembre a diciembre y ya en el 2021, nuevos picos de contagios altos en enero, después de las fiestas.
No son novedad los años de desinversión y crisis crónica en el sistema sanitario de la provincia de Buenos Aires, que se traduce hoy en déficit de infraestructura y de recursos humanos, además de malos sueldos. Esta situación parece no haber sido suficiente para denotar la baja calificación que la salud tiene para el poder político, que ahora se le suma la desvalorización del trabajo y el sacrificio y la entrega que viene haciendo todo el personal que compone el sistema de salud.
Soy testigo del trabajo y la lucha de todos los equipos de salud, cuya gran mayoría están compuestos por mujeres. No hubo tiempo para relajarse. No hubo descanso. No hubo tiempo para el lobbie sindical. Los que se encuentran vacunados, van a trabajar todos los días aunque haya picos de contagio. Y los que no, también estuvieron, están y estarán trabajando. La gente que trabaja en el sistema de salud sufre de estrés crónico.
Por otra parte, los chicos y adolescentes entregaron un año de sus vidas para que los adultos preparemos la respuesta ante el Covid, Estamos de acuerdo con Facundo Manes en su opinión sobre el cierre de las escuelas: “Los chicos y los adolescentes lo están pasando muy mal. La escuela no es solo aprender un dato, sino también sociabilizar. Hay mucho estrés y ansiedad en ellos. Los sectores más vulnerables sufren la falta de presencialidad. Siento que cerrar es una traición a la patria. Hipotecan nuestro futuro. Los jóvenes, las mujeres, el sistema de salud, los adolescentes y los adultos mayores son los más afectados”.
“Los argentinos debemos dejar de usar marketing y mezquindades políticas y sincerarnos. Todo lo convertimos en una lucha de facciones. La educación argentina es una tragedia hace tiempo. No hay evidencias de que la educación contribuya a aumentar la transmisión comunitaria.
Si la dirigencia no actúa sensatamente y va hacia una riña, la sociedad se estresa aún más. El cierre o el impedimento de la educación presencial no tienen evidencia científica. Tenemos que hacer todo lo posible para mantener las escuelas abiertas. La educación argentina viene en declive hace tiempo. Se aprovechan de la educación para términos políticos. El problema de la argentina es de confianza. Hay mucho discurso y poca acción”.
Por eso le pedimos al sector educativo que revean desde dentro del sistema volver a la presencialidad. No permitan que las estructuras sindicales definan la educación de nuestros chicos, si no el esfuerzo que hacen los chicos desde hace un año será en vano. Hoy su salud integral también depende de la educación.
Con casi 40 años de democracia ininterrumpida, tenemos la obligación de reconocernos como sociedad madura. Debemos consolidar un equipo entre la política, la sociedad, el sistema educativo, el sistema de salud junto a los actores sociales y económicos para encontrar el equilibrio en estos momentos difíciles. Entre todos debemos comprometernos con empatía y solidaridad para lograr definir objetivos comunes-ya es hora- para salir de esta segunda ola y poder afrontar todo lo que venga después.
